martes, 17 de febrero de 2009

La monarquía española

Querid@s amig@s mí@s, abro este asunto que seguramente va a herir los sentimientos de algun@s, así que advierto, léalo quien quiera leerlo, y ciérrelo el que no quiera. Sólo quería publicar este blog para mostrar mi mayor desacuerdo con la monarquía y todo lo vinculado a ella.

Primero de todo, y como previa para empezar el artículo, me gustaría reproducir aquí la definición de la RAE de esa palabrita:

monarquía. (Del lat. monarchĭa, y este del gr. μοναρχία).
f. Estado regido por un monarca.

monarca. (Del lat. tardío monarcha, y este del gr. μονάρχης). m. Príncipe soberano de un Estado.

Sólo recojo la primera definición, puesto que creo que es la más correcta, o al menos, lo es en el contexto en el que estamos hablando. La monarquía es, pues, un Estado regido por un príncipe o, dicho de otra forma, por un rey. Y según tengo yo entendido, existen varios tipos de monarquía, entre ellas, la parlamentaria, existente hoy en día en España. Bien, señores mí@s, si nos fiamos de estas definiciones, podríamos pensar que un príncipe, o un rey, podría ser el presidente de un Estado, y gobernarlo; pero, permítanme que se lo aclare, no es éste el caso de España, aunque muchos años atrás lo fuera. Hace mucho tiempo, los reyes, o monarcas, empezaron a ceder parte de su poder a otros oficiales, que acabaron convirtiéndose en la práctica en los verdaderos gobernantes. Quizás el colmo de esta situación fueron las dos Repúblicas, proclamadas una por falta de rey, y otra, por la expulsión previa de éste. Creo que no hace falta que me entretenga más hablando de sendas circunstancias históricas, ya que esto no forma parte de lo que yo vengo a explicar aquí.

Lo que sí me gustaría volver a pisar es ese momento histórico, en el año 1976, en que el nieto del último rey, don Juan Carlos de Borbón, es nombrado rey de España, puesto que el anterior dictador, Francisco Franco, así lo decidió. Debo decir que lo que ese hombre quería era prolongar su dictadura a través de un Borbón, sucesor de la Corona, y no lo logró. El joven Juan Carlos, a pesar de haber sido educado en la época franquista y de haberle sido inculcados los principios de este dictador, se puso del lado democrático, y lo demostró a la muerte de Franco, algo que, por qué no decirlo, es de mucho agradecer. El primero no consiguió lo que quería al haber designado a su sucesor, pero tampoco lo consiguieron aquellas personas favorables a la República.

Evidentemente, don Juan Carlos, después de ser nombrado rey y decir que él apostaba por la democracia, no se dedicó directamente a gobernar: para eso se convocaron elecciones, y los españoles pudieron votar, de entre los partidos que se presentaban, aquél que más les complacía, tal y como habían hecho muchos años atrás.

Sin embargo, a pesar de tener ya una democracia y un gobernador, el rey seguía ahí. ¿Por qué? Pues, francamente, ni idea. El caso es que, a pesar de haber terminado ya con sus funciones, no se retiraba. Aunque bueno, esto tenía una explicación: aparte de haber sido designado por el anterior gobernador, su familia había tenido el poder durante muchos años, ahora él no iba a ser diferente. Sin embargo, no gobernaba. ¿Funciones del rey? Ninguna. Ninguna más que acudir a los actos conmemorativos, pronunciar discursos preparados, salir delante de las cámaras. Nada más. Y esos trabajitos, que eran en pro del Estado, eran recompensados económicamente con una gran cantidad de dinero, recaudada de todos los españoles. Así, don Juan Carlos y su familia recién formada podían disfrutar de una vida no acomodada, sino lujosa y millonaria, a cambio de muy poco.

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