martes, 17 de febrero de 2009

Una reflexión ética

Hace cosa de un par de años, leí algo en un libro que me ha hecho pensar desde entonces. Os dejo el fragmento:

" Después de haber leído dos veces la lección, se cerra­ron los libros y todas las muchachas fueron interrogadas. (…) Burns resolvía todas las dificultades. Había retenido en la me­moria lo fundamental de la lectura y contestaba con faci­lidad a todo. Yo esperaba alguna frase encomiástica por parte de la profesora, pero en vez de ello, lo que oí fue esta inesperada increpación:
-¡Oh, qué sucia eres! ¡No te has limpiado las uñas esta mañana!
Burns no contestó. Yo estaba asombrada de su si­lencio.
«¿Cómo no responderá -pensaba yo- que esta ma­ñana no ha sido posible lavarse por estar el agua helada?» (…) no pude seguir los movimientos de Miss Scartched; mas cuando volví a mi asiento, vi que ésta acababa de dar una orden que no entendí, pero a consecuencia de la cual Burns salió de la clase y volvió momentos después trayendo un haz de varillas de mimbre atadas por un extremo. Los entregó a la profesora con respetuosa cortesía, inclinó la cabeza y Miss Scartched, sin pronunciar una palabra, le descargó debajo de la nuca una docena de golpes con aquel haz.
Ni una lágrima se desprendió de los ojos de Burns, ni un rasgo de sus facciones se alteró. Yo había suspendido la costura y contemplaba la escena con un profundo sentimiento de impotente angustia.

(…)

-Pero esa profesora, Miss Scartched, es muy cruel contigo.
-¿Cruel? No. Es severa y no me perdona ninguna falta.
-Si yo estuviera en tu lugar y me pegara con aquello con que te pegó, se lo arrancaría de la mano y se lo rompería en las narices.
-Seguramente no harías nada de eso, pero si lo hicie­ras, el señor Brocklehurst te expulsaría del colegio y ello sería muy humillante para tu familia. Así que vale más aguantar con paciencia y guardarse esas cosas para una misma, de modo que la familia no se disguste. Ade­más, la Biblia nos enseña a devolver bien por mal.
-Pero es muy molesto que a una la azoten y que la saquen en medio del salón para avergonzarla ante to­das. Yo, aunque soy más pequeña que tú, no lo aguan­taría.
-Debemos soportar con conformidad lo que nos reserva el destino. Es una muestra de debilidad decir «yo no soportaría esto o lo otro».

(…)

-Eres buena con los que son buenos conti­go. También a mí me parece ser buena así. Si todos obe­deciéramos y fuéramos amables con los que son crueles e injustos, ellos no nos temerían nunca y serían más malos cada vez. Cuando nos pegan sin razón debemos de­volver el golpe, para enseñar a los que lo hacen que no deben repetirlo.
-Ya cambiarás de opinión cuando seas mayor. Aho­ra eres demasiado pequeña para comprenderlo.
-No, Helen; yo creo que no debo tratar bien a los que se empeñan en tratarme mal y me parece que debo defenderme de los que me castigan sin razón. Eso es tan natural como querer a las que me demuestran cariño o aceptar los castigos que merezco.
-Los paganos y los salvajes profesan esa doctrina, pero las personas civilizadas y cristianas, no.

(…)

-Entonces yo debo amar a mi tía y bendecir a su hijo John y eso me es imposible.
Helen me preguntó entonces que a qué me refería y me apresuré a explicárselo todo, contándoselo a mi ma­nera, sin reservas ni paliativos, sino tal como lo recorda­ba y lo sentía.
Helen me escuchó con paciencia hasta el final. Yo es­peraba que me diese su opinión, pero no comentó nada.
-Bueno -dije-. ¿Qué te parece? ¿No es cierto que mi tía es una mujer malvada y que tiene un corazón muy duro?
-Se ha portado mal contigo, sin duda, pero eso debe de ser porque no simpatiza con tu carácter, como le pasa a Miss Scartched con el mío... ¡Hay que ver con qué detalle recuerdas todo lo que te han hecho y te han di­cho! ¡Cómo sientes lo mal que te han tratado! ¿No crees que serías más dichosa si procurases perdonar la severi­dad de tu tía? A mí me parece que la vida es demasiado corta para perderla en odios infantiles y en recuerdos de agravios."

BRONTË, Charlotte: Jane Eyre

Y bien, yo me pregunto de qué lado debería estar, si del de Helen o del de Jane. Está claro que, a su modo, las dos tienen razón.

Por un lado, nuestro sentido de la justicia nos dice que no debemos aceptar un castigo si no nos lo merecemos, algo totalmente lógico, pero también un poco egoísta. ¿Somos
nosotr@s quienes distribuimos la justicia?

Por el otro lado, ¿debemos aceptar algo de lo que no tenemos la culpa? Quizás no, pero tampoco creo que rebelarse sea la mejor opción. Si a la violencia respondemos con rebeldía o con más violencia, es probable que el primer agresor, el responsable de la pelea, nos vuelva a agredir. Y
nosotr@s, entonces, le agrediremos de nuevo. Sería la historia de nunca acabar. Seríamos libres, pero ¿seríamos felices?

Jane, la narradora de esta historia, ¿es feliz? No lo sé, pero desde luego, es libre. Helen, en cambio, no es libre, pero ella dice ser feliz. Lo que no sé yo es si realmente lo es, porque para un@ debe resultar difícil ser feliz cuando l@ están pegando con una vara.

En fin, la cuestión de fondo: ¿qué es más importante, la libertad o la felicidad?

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