miércoles, 11 de marzo de 2009

Escenas románticas literarias VI

“El Zorro le explicó a Lolita que no había peligro de incendio, el humo era una distracción para salvar a esos hombres, la mayoría inocentes. Ella apenas entendía sus palabras, pero asentía como hipnotizada. ¿Quién era ese joven tan atrayente? Tal vez un forajido y por eso ocultaba el rostro, pero tal posibilidad, lejos de frenarla, avivaba su entusiasmo. Estaba dispuesta a seguirlo hasta el fin del mundo, pero él no se lo pidió, en cambio le dijo que volviera a arrimar los barriles y trastos frente a la portezuela, una vez que todos hubieran entrado al túnel. Además, debía prender fuego a la paja de los calabozos, eso les daría más tiempo para escapar, le indicó. Lolita, perdida la voluntad, asintió con una sonrisa boba pero la mirada ardiente.
―Gracias, señorita ―dijo él.
―¿Quién es usted?
―Mi nombre es el Zorro.
―¿Qué clase de tontería es ésta, señor?
―Ninguna tontería, se lo aseguro, Lolita. No puedo darle más explicaciones por ahora, ya que el tiempo apremia, pero volveremos a vernos ―replicó él.
―¿Cuándo?
―Pronto. No cierre la ventana de su balcón y una de estas noches iré a visitarla.
Esa proposición debía tomarse como un insulto, pero el tono del desconocido era galante y sus dientes muy blancos. Lolita no supo qué responder, y cuando el brazo firme de él la rodeó por la cintura, no hizo nada por apartarlo, al contrario, cerró los ojos y le ofreció los labios. El Zorro, un poco sorprendido ante la rapidez con que avanzaba en ese terreno, la besó sin rastro de la timidez que antes sentía frente a Juliana. Oculto tras la máscara del Zorro podía dar rienda suelta a su galantería. Dadas las circuntancias, fue un beso bastante bueno. En realidad habría sido perfecto si no hubieran estado los dos tosiendo por el humo. El Zorro se desprendió de ella con pesar y se introdujo en el túnel siguiendo a los demás. Lolita necesitó tres minutos completos para recuperar el uso de la razón y el aliento, y enseguida procedió a cumplir las instrucciones del fascinante enmascarado, con el cual pensaba casarse un día no muy lejano, ya lo había decidido. Era una muchacha avispada.”
ALLENDE, Isabel: El Zorro (2005)

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