miércoles, 11 de marzo de 2009

Escenas románticas literarias VII


―¿Y tú? ―preguntó Antoine, con tono de preocupación, aunque Beata no pudo distinguirlo―. ¿Te van a arreglar un matrimonio con alguien?
―Espero que no. Y si lo hacen, no lo aceptaré. No creo que me case nunca ―dijo ella con una voz tranquila. Realmente, parecía sincera en lo que decía.
―¿Por qué no?
―Porque no puedo imaginarme queriendo a alguien que otros escojan para mí. El simple pensamiento me pone enferma. No quiero casarme con alguien a quien no amo, ni conozco, ni quiero. Prefiero quedarme sola para siempre.
Había una gran vehemencia en su voz, y él lo vio; se sentía a la vez tranquilo y triste por ella.
―Para siempre es mucho tiempo, Beata. Algún día querrás tener hijos, y deberías tenerlos. Quizás conozcas a alguien y te enamores algún día. Sólo tienes veinte años, tienes toda la vida por delante.
Parecía triste en su tono, y cuando ella lo miró, sus ojos se encontraron y la mirada se mantuvo durante largo rato antes de que ella le respondiera:
―Y tú también.
―Tengo una guerra en la que luchar. ¿Quién sabe si voy a sobrevivir? Los hombres están cayendo como moscas en los campos de batalla.
Y cuando lo dijo, pensó en sus hermanos, y se arrepintió de lo que había dicho.
―Estoy seguro de que se acabará al final, pero se me hace difícil pensar en el futuro. Siempre he pensado que me gustaría quedarme soltero yo también. Creo que nunca he estado enamorado ―dijo él sinceramente, mirándola, y sus siguientes palabras la sorprendieron casi tanto como lo sorprendieron a él―, hasta que te conocí a ti.
Se hizo un largo silencio después de sus palabras, y ella no sabía qué responder, excepto que ella también estaba enamorada de él, aunque se acababan de conocer. Era una locura lo que él había dicho, y lo que los dos sentían, pero era real, y no había nada que ninguno de los dos pudiera hacer para evitar ese sentimiento. Era algo imposible y ambos lo sabían, pero él lo dijo de todos modos.”
STEEL, Danielle: Ecos (2004)

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