jueves, 9 de julio de 2009

Escenas románticas literarias XII

“Para el final había la escena de la boda. El capitán había cedido y había permitido que Alyona se casara con el oficial. Los recién casados se miraban, y los otros bebían vodka.
—Nunca me voy a casar —susurró Tariq.
—Yo tampoco —dijo Laila, pero no antes de un momento de duda y de nervios. No quería que su voz delatara su decepción por lo que él había dicho. Con el corazón al galope, añadió, más convencida que antes: —Nunca.
—Las bodas son estúpidas.
—Todos los preparativos.
—Y todo el dinero que se gasta.
—¿Para qué?
—Para ropa que nunca más volverás a llevar.
—¡Ha!
—Si algún día me caso —dijo Tariq—, tendrán que hacer espacio para tres personas: yo, la novia, y un tío que me esté apuntando con una pistola.
El hombre de la fila delantera los reprendió con otra de sus miradas.
En la pantalla, Alyona y su nuevo marido sellaron sus labios.
Mirando el beso, Laila sintió, de repente, que estaba llamando la atención. Se dio cuenta de inmediato de los golpes de su corazón, de la sangre agolpándose en sus oídos, de la presencia de Tariq a su lado, serio, quieto. El beso continuaba. Laila intentó no moverse ni hacer ruido. Sentía que Tariq la estaba mirando, con un ojo en el beso y el otro en ella, igual que ella lo estaba mirando a él. Se preguntó si estaría escuchando el aire que entraba y salía precipitadamente por su nariz, esperando la más mínima falta, una irregularidad reveladora, que traicionaría sus pensamientos.
¿Y cómo sería besarlo a él, sentir su pelo crespo de su labio cosquilleando sus propios labios?”

HOSSEINI, Khaled: Mil soles espléndidos (2007)

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